5 de diciembre de 2015

El dolor del alma.

Brota a través de mí, surge como mar enloquecido, me llena los pulmones de sangre y agua, el corazón se me acelera y mi pecho, todo mi cuerpo es sucumbido por estremecimientos. El llanto llega para no volver a marcharse, desparramando mi cara, haciéndola desfigurada y desconocida, convulsionando mi cuerpo y ahogándome con ese gran nudo en la garganta que aún cuando las lágrimas corren libres por mi rostro permanece allí, impasible, indestructible. Llega para quedarse, para quedarse por el resto del día, por el resto del mes. No vuelvo a ser yo misma, entonces, o tal vez nunca lo fui y toda esta chica hecha pedazos sea yo. Me siento horriblemente cansada de pronto, llena de suspiros y con las ganas invencibles de dormir lo que me queda de vida.
Estoy cansada de ser la que quiere más; estoy cansada de esforzarme al límite y no lograrlo; estoy cansada de hacer las cosas bien y nunca recibir algo a cambio. Estoy cansada de que la gente crea que puede tratarme como quiere solo porque le resto importancia a las cosas. Ya no. Ya no más. No me volverán a llevar a este límite. No volveré a herirme a mí misma de tal forma.
Llevo los ojos hinchados, la cara roja, los ojos cansados, y el llanto a flor de piel. Me río, y me siento a punto de transformar la risa en el más terrible quejido que jamás pueda escucharse. Hablo en voz baja y pienso que debería estar gritando todo lo que de verdad siento.
Estoy cansada, muy cansada.
Me pesa la sal en los huesos.
Me pesa la depresión en el alma.
Me pesa la vida en los ojos.
Me pesa lo que ser yo implica.

16 de noviembre de 2015

Como anestesia, ¿lo notas? Una vendita, medicina, una sonrisa.

10 + 6

Es 16, y es lunes, no sé por qué me sorprende tanto sentirme tan triste.
A menos que los 16 caigan en día sábado, o esté haciendo algo que me absorba por completo y sea domingo,
todos los 16 son tristes.

1 de noviembre de 2015

Ándate de la casa. Agarra todas tus weas y lárgate. Tratas como la mierda a la única persona que a pesar de todo te defiende y te adora, le dices que no ha cambiado, cuando eres tú el único conchesumadre que sigue siendo tan hijo de puta como antes.
Lo escribo a las 4:27 de la mañana porque quiero gritarle a tu cara de puerco todo esto y más, pero eso solo la heriría más. Te odio. Te odio con el rencor de ver llorar a mi mamá un año entero por un weón que no la merece, te odio con el rencor de saber que tú por ella no das nada y ella, ella lo da todo. También te odio por mí, porque por ti, por ti y todas las weas rancias que tú haz hecho, yo no he sido la misma. Te odio, igual que a todas tus putas. Quiero romperte la cara y ojalá cortarte el pico, a ver si entonces te pones a pensar más con la cabeza.
¿Dices que te vas a ir? Bueno, ándate, ve a cuántos de nosotros le importa. Soy capaz de apañármelas, ahora sí. Ya no tengo 11 u 12 años. Lárgate de mi vida.

26 de octubre de 2015

Nos miramos con la timidez de dos almas que se reencuentran después de lo que parece mucho dolor. Andamos inseguros, inciertos, frágiles. Nos tocamos la cara, nos vemos a los ojos, nos tanteamos. Hablamos, como poniéndonos al corriente de todo lo que nos ha pasado en estas semanas. Nos reímos, de nosotros, de ellos, de todos. Y entonces, entre risas que se desvanecen en una sonrisa, nos miramos a los ojos, y es tan instantáneo que no toma mucho tiempo decidirlo. Te extraño, y aunque jamás te lo diré, te necesito. Y aunque sepa que no voy a ningún lado, que lo que viene es peor, que me estoy enredando en todas tus plantas marinas presintiendo que ya no me dejarán ir, te quiero demasiado como para no hacerlo. Te beso con la efervescencia de alguien que quiere volver a intentar lo que no tiene para nada un buen final. Me pierdo en tus ojos azules, y cierro los ojos, y me siento arrasar por ti, como arrasan con las estrellas, y como los rayos arrasan con los cerros, y como el tiempo arrasa con la historia. Te beso, te quiero, y me dejo arrasar. Y somos de nuevo galaxias colisionando. Hay algo bello en la destrucción que siempre me ha atraído. Tú me atraes como a una estrella y sé que eres mi devastación. Entonces te miro, e intento guardarme todo el dolor que hubo y que vendrá para mí, pero parece que reluce en nuestros ojos, en los de ambos, como si no pudiéramos ocultar lo mucho que dolió. Entonces decido hablar, de otra cosa, de cualquier cosa, porque no quiero llegar a preguntarme que somos, si más o menos que antes, me aterra de la peor forma posible. No quiero hablar de razones, ni de porqués. Quiero hablar de piedras, de pasiones, ver brillar tus ojos, acurrucarme en ti, hacerte cariño. Hablamos de lo que podríamos hacer en un futuro cercano, nunca lejano. La nieve, andar en bicicleta, sudar parece hermoso contigo. Y me encanta. Me siento flotando, me paso el día completo contigo y no me importa. Me río y converso, y parecemos incluso mejor que antes, como si estuviéramos claros, seguros. Y estoy segura de algo, que te quiero, y ya deje de importarme. Me cansé de cuidar de mí en exceso. Si me quebrantan los huesos, si me roban el corazón, ya no me importa. Soy masoquista por excelencia. Y ahora mismo, dolor no es exactamente lo que siento, felicidad se asemeja más.

18 de octubre de 2015

Domingos.

Es domingo, y estoy un poco triste.
Usualmente, mis domingos te los dedicaba a ti.
Te estoy echando de menos en este preciso momento,
¿estarás pensando en mí, o estoy tan lejos de ti como al principio?
Me siento un poco perdida, también,
pensando en todo lo que pudimos haber sido,
y que no somos.
Pensé que ya no me dolías,
pero me acabo de dar cuenta, de que estoy tan despedazada como antes.
La diferencia es, que ahora sé como tratar el dolor.
No sé hasta qué punto eso es bueno, pues el dolor no disminuye,
se mantiene, se ignora, se hace como que no está,
pero en días que parecen domingos,
en viernes y sábados donde lo único que hago es verte,
en truenos, lluvias, y estrellas,
resurge quemando todo a su paso,
escociendo ahí donde se botan las lágrimas,
inundando mi garganta hasta sentirla apunto de estallar.

14 de octubre de 2015

Azul

Siento como la sal pica, como el sol pincha, como el mar hiela. Hay olas, olas en todas partes, tirando a todas las direcciones, con mi suerte, solo me llevarían más al fondo. Dejé de escuchar los ruidos de la gente hace rato, pero no desespero. Si lo hago, me hundiré, y estoy disfrutando del silencio del oleaje. Me siento pesada conforme el suelo marino se va alejando más de mí. Pero no desespero, sigo flotando, flotando a donde sea que me quiera llevar el mar. Los ojos los tengo cerrados, porque el sol se ve demasiado cerca, el cielo es demasiado azul, y el único color que tengo alrededor es azul, azul...

Las olas ya han desaparecido, supongo que ya pasé lo peor. Ahora solo queda ese suave balancear que me quema la piel con su sal. Me pregunto si llegaré a algún lugar, o moriré como alimento de alguna criatura marina, atrapada en una hambre o sed demencial. Abro los ojos, y veo esa eternidad azul. ¿Podré quedarme hasta ver como todo se vuelve en noche? No hay nubes, debería ver las estrellas y perderme en esos destellos fugaces.

El frío, ahora mismo, es algo desconocido para mí, pero sé que llegará. No he movido ni un musculo, no he tensado ni un centímetro de mi piel, porque sé que si lo hago, me dolerá como mil agujas ardientes en todas partes. Soy consciente del dolor que debería estar pasando y que no llega, del pánico que debería envolverme como una burbuja salvadora que no está. Escucho mi respiración trabajosa, pero aún así rítmica, eso ahoga todo lo demás, o tal vez, en realidad, no haya ningún otro ruido más que ese.

Miro el cielo crepuscular, con todos esos tonos, esos colores. El azul se convierte en naranjo, y el naranjo se convierte en violeta, y el violeta se convierte en noche. No cierro los ojos y me quedo viendo como iluminan las primeras estrellas, e iluminan azul. Un asfixiante azul, con ese suave balancear, la noche parece azul. No me doy cuenta y me hundo, con los ojos abiertos, el cuerpo sin responder. No me duele nada, no me asfixia nada, pero veo como el aire es exhalado de mí en forma de burbujas, como sigo cayendo hasta el fin, como todo ese azul me consume. No alcancé a ver el universo en su esplendor, ni alcanzaré a ver como los peces y las algas me hacen parte de ese mundo acuático, porque los ojos se me cierran, cansados, ya no los necesito.

Se abren mis párpados, y resulta que el azul asfixiante era el mismo azul de tu pieza.

Y luego, con un sobresalto, despierto en mi pieza. No en una azul, ni acompañada de ti. Sola, rodeada de murallas amarillas, con el corazón saliéndose de mi pecho.

7 de octubre de 2015

Mi corazón, ¿lo tienes tú o se quedó en esa pieza en Pichilemu donde todo terminó? ¿Se te quebró el corazón tanto como a mí cuando te despediste y no me besaste, por primera vez en 5 meses?
Te quiero muchísimo, tanto que se me atora en la garganta y en la punta de los dedos que no quieren soltarte. Y no estoy preparada para ti, para quererte tanto, para darte tanto. Pero quiero que me digas que me necesitas, que me quede, que no me vaya, que no lo estoy pensando bien. Que ahora sí, ahora sí me quieres lo suficiente. Deja de disculparte, deja de aceptarlo, deja de mirar el suelo y decir que está bien.
Intento suprimir las lágrimas porque en ese mismo instante te echo de menos, me tapo la cara con las manos porque no quiero que me veas de esa forma tan patética, llorando por la decisión que yo misma tomé. Intento frenarlo, detener los sollozos, parar las lágrimas, guardarlas en algún rincón de mi cuerpo y que salgan luego, pero me distorsionan, me quebrantan, sucumbo ante su fuerza. Me duele cada parte que estuvo al contacto de tu piel, me duele todo mi organismo, me duele tu falta.
Te odio porque no me llevaste a la nieve como dijiste, ni dormimos toda una noche juntos. Te odio por no alimentar mi esperanza desde el principio y que aún así hubiera florecido. Te odio porque no puedo odiarte y solo puedo sentir que te quiero más con cada recuerdo que llega a mi mente triste. Te odio porque ya no me miras, ya no me siento hermosa. Te odio por las veces en que estuve a punto de llorar en tus brazos y me lo aguanté. Te odio por los te quiero que me mordieron la lengua. Te odio por meterte en mis sueños y nublarlo todo de azul, el mismo azul de tus ojos, el mismo de tu pieza, el mismo del mar profundo en el que intento no hundirme. Te odio porque te necesito. Te odio porque te echo de menos.

1 de septiembre de 2015

Discúlpame si desespero.

Discúlpame si te beso
y se me nota desesperada.
Es que me agobia eso de tenerte,
y a la vez no hacerlo.
Siento que cuando tus labios no besan los míos,
están atrayendo a otros a hacer lo mismo.

Discúlpame si te beso
y se me nota desesperada.
Quiero aprovechar al máximo
las veces en que te tengo,
pero me abruma pensar,
imaginar, alucinar, saber,
que en cualquier momento,
en cualquier minuto, segundo, día,
te me irás como se va el viento.

¿Y qué haré yo entonces?
¿Qué haré yo sino tirarme a las rocas?
Descansar mis pómulos descoloridos,
mis cabellos rancios, mi cuerpo eterno,
dejar que mi corazón se lo lleven las olas,
y tal vez volver a encontrarlo otro día.
Que me lave el mar tus besos,
exquisitamente repartidos en todo mi cuerpo.
Olvidarte como se olvidan las hojas de otoño,
pese a que éstas estén ahí a la vista.

Entonces le tendría terror a las estrellas,
porque veo tus ojos reflejados en cada una de ellas.
Ni hablar de los truenos,
se parecen demasiado a ti.

¿Qué haré yo entonces,
sin lluvia, sin truenos, sin estrellas?

19 de julio de 2015

Universos y gatitos.

Se encuentran por primera vez en cuarto básico. No se quieren al principio, una piensa que la otra le va a quitar algo importante. Pero se conocen, y se quieren, y se hacen amigas.
En quinto básico ya son las mejores amigas, se ríen juntas, pelean, lloran y se perdonan. Tienen artistas favoritos en común y pareciera que no pueden separarse. Durante los veranos, una se pasa semanas enteras en la casa de la otra. Y entonces se ríen, pelean, lloran, y se perdonan.
En sexto básico, una se tiene que ir. Pasan ese año intentando no pensar en el final, pero cada vez es más evidente y se prometen cosas. Son las mejores amigas, seguirán juntas aunque no se vean, no se dejarán de hablar, y lo más importante, no se olvidarán. Terminan el año llorando, inseguras, un poco vacías, con miedo. En tres años, es primera vez que van por caminos separados.
Aquel verano es extraño sin embargo; parecen afanarse en no sacarse de las mentes, se insertan ambas en el corazón de la otra y se besan. Como lo harían su mamá y su papá. Como lo harían los compañeros a los que molestaban por besarse. Como lo haría una pareja. Se besan. Y es encantador, y es peligroso, y es extraño, y es todo al mismo tiempo.
En séptimo, gradualmente las cosas cambian. No importan las promesas, ellas no se ven. Parecen estar en mundos paralelos y no logran encajar en ningún lugar. No es suficiente una caja, que dentro tiene una ventana desde donde se supone, ellas hablan. No es suficiente porque no pueden besarse, no pueden tocarse, no pueden hablar. Y como no pueden hablar, no pueden reírse. Y sí pelean, pelean porque no es suficiente, sólo que nunca se lo dicen. Y lloran, lloran hasta quedarse dormidas, pero separadas, no se ven, no se hablan realmente, no se perdonan al otro día.
En octavo definitivamente no hablan. Andan alejadas, ya no ríen, ni pelean, ni lloran, ni se perdonan. Cada una anda recreándose, esparciéndose, buscando la forma de llenar un espacio que ellas mismas se crearon en su desesperación. Cada cierto tiempo lo intentaban, pero nunca se perdonaron porque nunca más se rieron, porque nunca pelearon, porque nunca lloraron juntas. Así que se esfuman, se diluyen tan rápido como una estrella fugaz. Se van y parece que definitivamente, ya nada las une.
En segundo medio, se dan el adiós, el definitivo, y se siente definitivo porque se enojaron, y no lloraron, no se perdonaron. Optaron porque no les importaba y ya tenían suficiente en sus vidas. Se perdieron.

Los años pasan y las promesas pesan, pesan porque eran más que promesas, eran sueños. Sueños infantiles, sueños demasiado idealistas. Pero sueños.

Ellas no se vuelven a encontrar, porque cuando se separaron en sexto básico, se fueron a mundos distintos.
En un universo paralelo, ellas no se separan. Ellas se quedan. Y tal vez no se besan, porque no tienen la necesidad de insertarse y no olvidarse. Pero tal vez sí, tal vez igual se besan y el final es otro, el final es más feliz, tal vez ambas cumplen sus promesas juntas.
Pero se separaron. Y no cumplieron sus sueños.

Por extraño que parezca, en un universo que sigue la historia actual, se vuelven a encontrar. Una está viviendo en la ciudad que antaño se habían prometido visitar juntas. Está haciendo lo que le gusta, pero se pregunta durante sus sueños qué será de ella. Ella, como cuando eran mejores amigas, estudia en demasía. Como si jamás se cansara ni tuviera otra cosa que hacer. Sabe de todo, tal y como ella quería ser.

Se encuentran en esa extraña ciudad en la que descansan sus promesas por casualidad. Como si sus mundos diferentes hubieran decidido tener un punto en común, en una calle de una ciudad lejana a sus inicios de infantes.

Y hay dos universos:
Uno dice que en esa calle de una ciudad lejana a sus inicios, se saludan, se hablan, se ríen, pelean, lloran y se perdonan. Se perdonan en serio, de verdad, después de años, y se siguen riendo. Lo que pasa luego, queda en esos mundos paralelos. Tal vez se conozcan de nuevo, y se enamoren de nuevo, y las promesas de antes vuelvan como si nunca se hubieran roto. O tal vez no se enamoren, tal vez sólo son amigas, tal vez se junten a compartir un poco de lo que hacen, buscando las conexiones que de pequeñas las hicieron posibles.
El otro dice que en esa calle de una ciudad lejana a sus inicios, tan sólo cruzan las miradas unos segundos, se paralizan un poco, pensando en qué deberían hacer, como esquivarse, o encontrarse definitivamente. Pero ya ha pasado mucho tiempo, y ellas ya tienen suficiente en sus vidas. Así que aquel punto de encuentro queda para siempre en sus memorias, pero es sólo un punto. Un punto ínfimo, un punto que sólo tiene dos pares de ojos mirándose y luego siguiendo su camino con la incomodidad en el corazón, que les palpitó rápido, furioso. Y quedó en el olvido. Junto con todas esas promesas, esos sueños, esas risas, peleas, llantos y perdones. En esa calle, en esa ciudad. A la que tan pronto como pueden, no vuelven más. Y sólo hasta allí llega aquel universo, no tiene más derivaciones.

Y es uma locura, pero siempre lo tengo en la mente. Que tal vez un día... O tal vez un día no. Me pregunto constantemente que nos deparará. Porque como los átomos de Dirac, parece que siempre estamos influenciándonos, a la distancia, a lo lejos, sin ni siquiera vernos.

Pienso en los amigos que uno pierde en el camino, pienso en la gente con la que hablaba y simplemente ya no está. Pienso en otra amiga que es incluso más antigua que la de cuarto, y todo allí está roto en mil pedazos, y no volverá más.

Los garitos hermanos, se reconocen después de años?

7 de julio de 2015

Pero entonces tú...

Abres tus ojos y pareciera que todo tu cuerpo se tensa, menos tus manos, que siguen acariciándome con delicadeza las mejillas... Y me sonríes, y topas tus labios con los míos.
Me respiras al oído y me susurras caricias, entonces mi cuerpo te percibe tanto que se olvida del resto del mundo.
Y hay un hueco, justo entre tu hombro y tu mandíbula, sí, allí donde está tu cuello, que parece hecho para que mis labios descansen, para que mi nariz te sienta, para que mi rostro entero se esconda ahí.
Y tus manos, tan firmes, me dan la sensación de seguridad que tanto anhelo, que si caigo, estarás allí para no dejarme tocar el piso.
(Pero, ¿y si...?)
¡Y me gustan aún más tus labios! Tus labios, los mismos que me transportan a lugares desconocidos, los mismos que me llenan de ternura, que me recorren, que son como droga, y, por la mierda, soy tan dependiente de las drogas.
Me gusta como me miras y te escondes, como cambias de león juguetón a un león hambriento, y viceversa. Me gusta como controlas todo, como seduces, como te mueves, pues pareciera que nada es al azar, que todo es meticulosamente calculado. Entonces, yo tampoco fui al azar, que aún te sigas moviendo en mi significa algo.
(Pero, ¿y si deja de moverse...?)
¡Y recuerdo lo que escribí hace tiempo! Hace un tiempo, cuando hablábamos de estrellas y aún no colisionábamos, cuando jugábamos a tentarnos pero sin probar nada, cuando nos tocábamos casi deliberadamente y la corriente de electricidad nos llamaba. Recuerdo haber escrito que las luces del cielo podrían enamorarse de ti, de tus ojos, de como hablas, de como te apasionas. Porque eres todo pasión y dedicación. Creo en ti, creo en tus textos, creo en lo que dices, aunque no lo digas realmente tú.
Ambos sabemos fingir las emociones, sabemos cuando es creíble y cuando se torna monótono, sabemos cual es la diferencia entre la risa y el llanto, que es mínima, que es pequeña. Que es solo una cosa de cejas, de ojos, de hombros. Sabemos la diferencia que un tono, una coma y un silencio hacen. Que la mirada en distintos lugares significan distintas cosas... Y tú sabes más cosas que yo.
(Pero, ¿y si tal vez, solo tal vez, tú finjas el cariño fuera del escenario también?)
Hay tanta incertidumbre alrededor tuyo, la inseguridad a veces me arrastra por los suelos...
Pero entonces llegas, y me tomas la mano mientras estamos hablando con otra gente. Conversamos tan intensamente que me dan ganas de morderte. Me estabilizas cuando todo está dando vueltas. Y luego me dejas, con un sólo beso, así de triste. Pero entonces regresas, y nos besamos largo tiempo. Y te siento, como nunca he sentido a nadie, bombeando, cerca. Tu aliento y el mío mezclados con sabor a noche, a alcohol, a cigarrillos. Y tu lengua, y tu risa, y todo tú, despidiéndote, pero prometiendo terminar después.
Es ahí cuando ya no me siento insegura, ni perdida, y estoy totalmente convencida de que ahí es donde quiero estar. Casi como algo que pasa durante una noche, pero extendiéndose a muchas más. Estoy dispuesta, sí, y tan dispuesta, pero solo si me besas tan largamente al menos una vez al día.

6 de julio de 2015

''Y no sé.

Quizá deba querer menos.

Extrañar menos.

Necesitar menos.

Pensar menos.

Sentir menos.

Porque como dicen por allí,
Todo en exceso es malo.

Y quizá esa sea mi maldición.

Sentir más de lo necesario.

De lo que se debe.''

24 de junio de 2015

Tus besos

Tengo tus besos resonando en mi boca,
en mis mejillas,
en mi nariz.

Siento tu lengua recorriéndome la garganta,
conociendo mi boca,
entrelazándose con mi lengua.

Siento tu barbilla sin afeitar bajando por mi cuello,
por mi estómago,
por mis piernas.

Tengo tachadas las partes de mi espalda que tocaste y se enamoraron de ti,
de tus dedos curiosos y expertos,
de tus labios juguetones.

Echo de menos tu olor,
aunque cada vez que me muevo lo siento.

Tú,
recorriéndome,
explorándome,
lo tengo en mi cabeza todo el tiempo.

Apareces cuando más intento sacarte y ya estoy harta.
Estoy cansada, quiero dormir,
pero en los sueños lloro y no lo controlo.

Lo peor es sentir tu olor tan impregnado en mí,
y aún así no olerlo,
buscarlo como se busca el oxígeno y ahogarme en el humo de mis cigarrillos.

Me estoy cayendo a pedazos y no sé por qué me afecta tanto.

10 de junio de 2015

Dormidos.

Quiero compartir un escenario contigo,
abrazarte antes de actuar,
mirarte entre las cortinas,
verte, verte como te he visto tantas veces,
como te he visto desde hace tanto.

Acostarme contigo,
hacerte cariños de mariposa,
enmarcarte el rostro con los dedos,
recorrer los huesos de tus clavículas,
tocarte el dorso,
conocer la forma en que se mueve tu pecho cuando respiras.
Quiero contar tus pestañas,
besarte la nariz mientras estás dormido.
Llegar tarde a todas partes,
pero juntos.

Juntos,
así quiero estar contigo,
juntos.
Besarte en público,
no como premio, sino con amor.
Quiero que me quieras,
que no dudes al hablar de mí,
que no dudes en estar conmigo.

Quiero tanto, tanto.
Y tú me quieres tan poco.

19 de mayo de 2015

Y en los sueños... Tampoco te veo.

Todo vuelve a no ser suficiente.
Puedo dormir toda la noche, pero no es suficiente.
Puedo atragantarme de comida, pero no me sirve.
Puedo desconectarme de mi propio mundo, dejar de pensar,
pero no me calma.
Puedo bloquear el exterior, las flores, las estrellas,
puedo llenarme de números, y letras, y cosas mundanas,
pero no es suficiente.
De pronto esta vida no es suficiente,
de pronto el viento es lo único que necesito.
El viento, no estar, parar el mundo un rato.
¡Un rato, un raaaatooo!
Necesito abandonar el barco unos minutos,
dejar las aguas durante un momento,
quitarme del tiempo, de los horarios, de la gente.
Tengo, tengo, tengo.
Necesito, necesito, necesito.
Tal vez deba ponerme los audífonos
y caminar por veredas desconocidas,
cruzar calles en rojo,
correr del peligro y silenciar al mundo.
Olvidar todo,
olvidarme un poco.

18 de abril de 2015

Funerales

Recuerdo la voz de mi mamá,
recuerdo a la muerte rondándonos, tan cercana.
Entonces también recuerdo haber pensado
''¿Y ahora qué?''

Con temor, lo dije en voz alta.

Y recuerdo la voz de mi mamá,
y a la muerte rondándonos tan cercana.
''El tiempo sigue pasando, Paloma.
Las cosas seguirán su ritmo natural.
Nosotros seguiremos nuestro ritmo natural.''

Así que sí, recuerdo todo eso.

Lo tengo como un tatuaje en mi memoria,
porque recuerdo lo vacía y mortificada que me sentí después,
lo extraña que me sentí cuando volví al mundo de los vivos,
lo mal que estuve porque todo siguiera igual.

Porque la gente me hablaba igual.

Porque todos seguían su vida igual.
Porque todo parecía igual.
Y yo no podía estar igual.
Porque ya nada era igual.

Lo recuerdo,

recuerdo las voces, los llantos,
recuerdo a mi mamá,
pero especialmente a la muerte,
a ella la veo con sus ojos fijos en los míos,
con sus dedos en mi cabeza,
arrebatándome lo que siempre había creído mío.

8 de marzo de 2015

Tengo.

Ayer tenía una tristeza.

(¿sabes lo que es tener algo?)

Me pesaba la sonrisa.

(Flácida, a punto de extinguirse)
(Como el rayo último del sol en la rama del árbol más alto)

Y me pesaban los hombros.

(Como si tuviera puesta una mochila cargada de piedras)

Y me miré en el espejo.

(Maldito devorador de autoestimas)

Y mi cara estaba tan demacrada, que no me vi.

(¿Dónde quedó la felicidad que tenía?)
(¿Adónde la perdió?)

Así que ayer tenía una tristeza, pero no la reconocí.

(Porque su sonrisa siempre está a punto de extinguirse)
(Porque siempre carga esa misma mochila)
(Porque siempre está demacrada)

Y salí a volar entre unas hojas, porque eso es lo que hago cuando me pesa el corazón.

(Aunque no sabía que le pesaba el corazón.)
(No sabía que estaba necesitada de amor)

Y ahora lo sé por todos esos paréntesis que no me dejaban escribir tranquila.

(Como siempre, haciéndote entrar en razón.)

1 de marzo de 2015

(∂ + m) ψ = 0

Cuando me lo explicaron, pensé en ti.
Siempre, siempre en ti.
No lo entiendo.
Tú.
Tú siempre apareciendo donde menos lo espero.

27 de febrero de 2015

Vete a la mierda, verano.


Extraño es como cambian las cosas,
Un día, bastó un día.
Tan desechable que no importa,
si se pierde, si se rompe,
no importa.

Así que....
¿Hace cuánto?

El que pestañea pierde, me dijiste.
Adivina quién perdió.

Quiero desaparecer, esfumarme, desvanecerme.
Quiero ser oscuridad, tanto, tanto.
Que se acabe este verano de mierda,
Que se termine este sube y baja de emociones.

Basta.

26 de febrero de 2015

Se me agotó el verano.


Es raro.
Este verano realmente estuve,
fui de forma consistente,
carne y hueso.
Aparecí ante la gente,
creo.

Me creía una forma etérea,
tan impalpable, tan abstracta.

Pero ahora sé que puedo existir,
sé que estoy.
Como mi adicción a la nicotina,
me he hecho adicta a existir.
Y ahora las sombras me quieren llevar
nuevamente a la oscuridad.

No quiero ir,
no quiero volver allí,
no quiero ataques de pánico,
ni siluetas borrosas asustando mis latidos,
tampoco gargantas resentidas de tantos nudos.
No quiero ir,
no quiero volver allí.
¿Quién eres cuando nadie te mira?

Nadie, no soy nadie,
ése es el problema.
Odio ser nadie.

Quiero ser nube,
viento, cielo, mar.
Pero no quiero habitar
en la oscuridad.

Con mis dedos desvaneciéndose
intento aferrarme a los postes desvencijados.
Con mi cuerpo me aferro a la humanidad
que se me pierde en las aguas turbias.

Curioso.
Curioso pensar que había encontrado
algo de estabilidad.
¿Por qué siempre tan fácil de engañar?
Como si las cosas fueran a cambiar.

Ahí está
el peso insistente,
cortante, abrazador, frío.

Quiero borrarme del mapa,
Pero no quiero irme del tiempo,
no quiero irme del mundo,
no quiero dejar los brazos de los que quiero
ni desaparecer por completo.

Quiero ahogar lo que me pide a gritos morir,
pero no puedo matarlo sin matarme
también a mí.

Odio esto.
Amo esto.
Insomnios pálidos, dolores profundos.
Odio esto.
Amo esto.
Tan enloquecedor, que ya no siento dolor.