7 de octubre de 2015

Mi corazón, ¿lo tienes tú o se quedó en esa pieza en Pichilemu donde todo terminó? ¿Se te quebró el corazón tanto como a mí cuando te despediste y no me besaste, por primera vez en 5 meses?
Te quiero muchísimo, tanto que se me atora en la garganta y en la punta de los dedos que no quieren soltarte. Y no estoy preparada para ti, para quererte tanto, para darte tanto. Pero quiero que me digas que me necesitas, que me quede, que no me vaya, que no lo estoy pensando bien. Que ahora sí, ahora sí me quieres lo suficiente. Deja de disculparte, deja de aceptarlo, deja de mirar el suelo y decir que está bien.
Intento suprimir las lágrimas porque en ese mismo instante te echo de menos, me tapo la cara con las manos porque no quiero que me veas de esa forma tan patética, llorando por la decisión que yo misma tomé. Intento frenarlo, detener los sollozos, parar las lágrimas, guardarlas en algún rincón de mi cuerpo y que salgan luego, pero me distorsionan, me quebrantan, sucumbo ante su fuerza. Me duele cada parte que estuvo al contacto de tu piel, me duele todo mi organismo, me duele tu falta.
Te odio porque no me llevaste a la nieve como dijiste, ni dormimos toda una noche juntos. Te odio por no alimentar mi esperanza desde el principio y que aún así hubiera florecido. Te odio porque no puedo odiarte y solo puedo sentir que te quiero más con cada recuerdo que llega a mi mente triste. Te odio porque ya no me miras, ya no me siento hermosa. Te odio por las veces en que estuve a punto de llorar en tus brazos y me lo aguanté. Te odio por los te quiero que me mordieron la lengua. Te odio por meterte en mis sueños y nublarlo todo de azul, el mismo azul de tus ojos, el mismo de tu pieza, el mismo del mar profundo en el que intento no hundirme. Te odio porque te necesito. Te odio porque te echo de menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario