30 de diciembre de 2014

Un centímetro.


Yo no existo cuando camino. Me alejo lo más posible de la gente, veo el cielo nublado, y las hojas que aún agonizan desde el invierno. Pobres hojas que nadie más mira.

Antes de darme cuenta estoy frente a un semáforo en rojo. Miro los autos por inercia, buscando algo, una oportunidad. "Puedo cruzar". Está todo lejos, todo tan lento. Yo puedo ir rápido, yo puedo alcanzar a cruzar.

Pero a medio camino un auto furioso adelanta, y está ahí, frente a mí, frente a mi cuerpo, que frena en seco. Eso era lo que estaba buscando, eso era lo que necesitaba. La cura a todos mis dolores, la anestecia a mis heridas abiertas. Ahí esta. Mi corazón late, como si fuera la última vez: frenético, sin control. Mis venas zumban, mi rostro deja toda emoción. Lo siento en la punta de mis dedos, es tan inminente.

Tengo un segundo, un segundo antes de que me arrollen. ¿Dolera? "Da un paso". Es una orden, un mandato tan primitivo: Pura supervivencia. Es una de las voces, e irracionalmente, le hago caso.

Doy un paso.

Y el auto pasa a un centímetro de mí.

Rugiendo por la víctima que no obtuvo.

Y camino por la Alameda llena de pánico, sientiéndome tan putamente encerrada. Ahí. Al aire libre. Cuento hasta cinco, respiro hondo, miro el piso, cuento, miro el piso, ellos me están viendo. Quiero vomitar. Voy a vomitar. Tan cerca. Tan próximo. Tan enjaulada. ¿Por qué? ¿Por qué di el maldito paso? Soy presa de otro ataque que amenaza con hacerme gritar. Quiero romperme, quebrarme, destrozarme.

Tan cerca.

Solo un centímetro.

26 de diciembre de 2014

Tormentas, II.


De esta manera aprendemos que el tiempo pasa inexorablemente, y que cada segundo que cuentas es un desperdicio, que todo es tan efímero como la risa de un niño.

Puedo aprenderlo, pero no lo aplico.

El tiempo es algo que pasa por encima de mí, dejándome en un espacio en blanco, entre olvidos y comas inducidos. Pasa un día, pero es como si pasará un hora. Abro los ojos y un mes completamente nuevo me saluda. No sé qué día es, en qué minuto mi reloj interno paró. Al parecer, sigue en un mismo 16, en un mismo Noviembre, hace un año, porque el corazón me duele de la misma manera que hace ya tantos días.

La gente no entiende. La gente no sabe. Ven a la chica con los ojos perdidos, pero no se atreven a indagar más. Preguntan "¿En qué mundo andas?", pero en realidad no quieren saber. Yo lo entiendo. Yo tampoco quiero saberlo. No quiero saber lo que sucede en esos espacios negros de mi memoria, porque de alguna manera, sé que estoy mejor no recordándolo.

Las piedras me quieren hacer caer. Los ojos de la gente me sumergen en una crisis de pánico que amenaza con hacerme gritar y destrozar aquellas prendas de ropas. He perdido mi control y ahora todo es caos, caos, caos...

"A él lo conoces. Sonríe. Saluda. No demuestres que estás a punto de gritar. Sigue adelante."

No me toquen, no me toquen, no me toquen...

Así que nos enseñan que el tiempo sigue pasando, pasando sobre nosotros, los enfermos, los no-capaces, los naúfragos de instantes fugaces, los de futuros inciertos, los de dolores incurables. Somos los perdidos de las tierras secretas, los viajeros adormecidos que perdieron su tren, o su destino. Nadie sabe que hacer con nosotros, así que nos dejan vagabundear por sus lugares, tan impropios, tan ajenos, tan perdidos. Nos miran con compasión, porque el tiempo corre con ellos. Sin nosotros. Sin la paria. Sin la enfermedad desgarradora.

Y saber esto, comenzó mi segunda tormenta.

24 de diciembre de 2014

Navidad

Tal vez hoy nos hubiéramos juntado y habríamos intercambiado regalos.
Tal vez el mío sería hecho a mano, y el tuyo un poco más caro.
O tal vez simplemente hubiéramos estado juntas y nos habríamos mirado, besado, incluso amado. Nos habríamos dado el mejor regalo: La compañía.
Pero ahora nos quedamos en eso, una felicitación anónima que nos dilata los corazones.

Feliz navidad, bonita.

16 de diciembre de 2014

¿Qué se sintió?

''¿Qué se sintió, Paloma?''

Se sintió tan instantáneo, tan pequeño, tan universal, tan estrellado, tan fantasioso, como si todo hubiera sido solo una broma de mi subconsciente. Tan como el viento entre los árboles, o las olas contra las rocas, o las flores enredándose en sus cabellos. Tan simple, delicado, hermoso.

''¿Por qué estás tan herida, Paloma?''

Por ella, por nosotras, por el tiempo que perdimos y que ya no recuperaremos. Por la otra punta del hilo que se me escapó de entre las manos. Por el miedo a que la herida vuelva a encerrarme en aquel ciclo tortuoso, aquel que no nos dejaba respirar sin llorar.

''... ¿Por qué sonríes, Paloma?''

Porque fue tan maravilloso, tan calmado. Todos mis recuerdos junto a ella están bordeados de luces angelicales, como un inmenso sueño del que no pude sino despertar. No fue animal, no fue hormonal, no fue nada de eso. Fue amor, fue jubilo, fue espíritu.

''¿Y entonces por qué...?''

Porque también fue frío, inexperto, inquieto. Fue demasiado juvenil, demasiado extremo. Nos llevó hasta la catarsis más nebulosa y nos dejó, destruidas, desahuciadas, vacías. Nos asfixiamos con promesas que no cumplimos y vimos del futuro un tanto más que del presente, entonces aquel instante de nosotras se había perdido por descuido, por arrebato infantil. Lo perdimos. Nos perdimos.

''Y ahora... ¿Qué?''

Ahora vivimos de otros amores, ahora vivimos de todo lo que nos conforte, lo que nos produzca un poco de calor. Ahora vivimos destruidas, vacías, intentando aliviar nuestros corazones helados. Busco placeres que me provoquen adrenalina y no calma, actividades que me hagan gritar y no estremecer, busco gritos, no susurros, busco todo lo que no me recuerde a ella, excepto que cada vez que me decían amor, la pensaba, la abrazaba, la estrujaba entre mis brazos. ¿Ya no más? No lo creo. Pero ya no es una herida que duela como la muerte. Ha sanado. Ella es un moretón que me encanta tocar para ver si sigue doliendo.

11 de diciembre de 2014

"¿Por qué?"

Es un día cálido, veloz, entretenido. Casi no hay nubes en el cielo, y eso es gratificante. En una sala llena estoy yo, disfrutando de lo que tanto me gusta. Me estoy riendo, pero también estoy incómoda. ¿Por qué?

La sala se vacía, aunque no por completo. Quiero irme a casa, pero no me dejan. No me dejan. Algo está mortalmente mal en esta situación, y cada vez que estoy apunto de irme, hay otra razón para quedarme. Me pasan una botella plastica, tiene un líquido azul. ¿Jugo? Huele bien. ¿Por qué algo está tan mal? Me comienzo a sentir dormida, perpleja, confusa. La gente me sonríe y se ondea grotescamente frente a mí. Caigo al suelo porque mis piernas ya no me soportan, pero no pierdo la consciencia, no quiero perder la consciencia. Me toman en brazos, como a un bebé, y sé que tengo que huir, ahora, de inmediato. Pero ni siquiera mis brazos responden. ¿Por qué? El susurro sale de mis labios, que también se duermen. Por diversión, escucho, pero los únicos que se divierten son ellos. Negro. Ahora todo es negro. Al parecer mis ojos también decidieron irse a dormir.

Vuelvo a abrir los ojos, y todo es tan borroso, indoloro. Hay caras, caras que se supone debería conocer, pero no conozco. Se siguen riendo, y yo no puedo enfocar bien, no siento nada de mi cuerpo, no tengo voz, o tacto, ni siquiera olfato. En el último segundo antes de que mis ojos caígan otra vez, me doy cuenta de que me están pegando.

Es extrano ahora. En esa total oscuridad siento cosas recorrerme el cuello. Es placentero. ¿Por qué estaba tan preocupada? Pero entonces salgo a la superficie, mis parpados se levantan y lo veo, algo con apariencia animal, monstruosa, aunque sé que es una persona normal. Está encima de mí. Está dentro mío. Me está destruyendo, haciendo pedazos. No quiero estar despierta.

La luz interrumpe mi cita con la oscuridad. Estoy en otra sala. Estoy sola, desnuda y deshecha. Mi ropa está a un lado, ni siquiera me miro el cuerpo cuando me visto. Ellos van a volver, volverán. Salgo corriendo, pero aún estoy dentro del liceo, me siento atrapada,  asfixiada. Miro hacia todos lados, y aquel lugar está repleto. Todos me miran y yo me vuelvo histérica pensando que alguno de ellos estuvo allí, uno de ellos fue quien me hizo pedazos. ¿Por qué, por qué, por qué? No reconozco a nadie en ese lugar, debo encontrar a alguien que me ayude, que me calme. Las lágrimas están llegando y yo corro, corro con la esperanza de encontrarme con alguien. Y lo hago.

Caigo al los pies de esas personas que tanto buscaba. Y me pongo a llorar tan pronto como mis manos tocan el suelo. Ellas me recogen, me preguntan qué ha pasado, pero tengo miedo de decirles, tengo miedo de que esto pueda pasarles a ellas también. No puedo dejar de llorar. Estoy sola. Estoy peor que sola. Y no puedo dejar de sacudirme por el llanto. ¿Por qué? Me lo preguntan ellas, me lo pregunto yo. Es lo único que puedo formular.

De pronto las rejas del colegio me llaman la atención. Como una cárcel. Nadie hizo nada. Todos lo sabían y nadie hizo nada. ¿Por qué me siento tan encarcelada?

"¿Por qué no puedes dormir bien?"
Por eso,  porque mis sueños se tratan de desconocidos con cuerpos animales, de dolores de cabeza, de miedos, de terrores, de monstruos. Por eso no puedo dormir bien. Por eso tengo tanto miedo.