14 de octubre de 2015

Azul

Siento como la sal pica, como el sol pincha, como el mar hiela. Hay olas, olas en todas partes, tirando a todas las direcciones, con mi suerte, solo me llevarían más al fondo. Dejé de escuchar los ruidos de la gente hace rato, pero no desespero. Si lo hago, me hundiré, y estoy disfrutando del silencio del oleaje. Me siento pesada conforme el suelo marino se va alejando más de mí. Pero no desespero, sigo flotando, flotando a donde sea que me quiera llevar el mar. Los ojos los tengo cerrados, porque el sol se ve demasiado cerca, el cielo es demasiado azul, y el único color que tengo alrededor es azul, azul...

Las olas ya han desaparecido, supongo que ya pasé lo peor. Ahora solo queda ese suave balancear que me quema la piel con su sal. Me pregunto si llegaré a algún lugar, o moriré como alimento de alguna criatura marina, atrapada en una hambre o sed demencial. Abro los ojos, y veo esa eternidad azul. ¿Podré quedarme hasta ver como todo se vuelve en noche? No hay nubes, debería ver las estrellas y perderme en esos destellos fugaces.

El frío, ahora mismo, es algo desconocido para mí, pero sé que llegará. No he movido ni un musculo, no he tensado ni un centímetro de mi piel, porque sé que si lo hago, me dolerá como mil agujas ardientes en todas partes. Soy consciente del dolor que debería estar pasando y que no llega, del pánico que debería envolverme como una burbuja salvadora que no está. Escucho mi respiración trabajosa, pero aún así rítmica, eso ahoga todo lo demás, o tal vez, en realidad, no haya ningún otro ruido más que ese.

Miro el cielo crepuscular, con todos esos tonos, esos colores. El azul se convierte en naranjo, y el naranjo se convierte en violeta, y el violeta se convierte en noche. No cierro los ojos y me quedo viendo como iluminan las primeras estrellas, e iluminan azul. Un asfixiante azul, con ese suave balancear, la noche parece azul. No me doy cuenta y me hundo, con los ojos abiertos, el cuerpo sin responder. No me duele nada, no me asfixia nada, pero veo como el aire es exhalado de mí en forma de burbujas, como sigo cayendo hasta el fin, como todo ese azul me consume. No alcancé a ver el universo en su esplendor, ni alcanzaré a ver como los peces y las algas me hacen parte de ese mundo acuático, porque los ojos se me cierran, cansados, ya no los necesito.

Se abren mis párpados, y resulta que el azul asfixiante era el mismo azul de tu pieza.

Y luego, con un sobresalto, despierto en mi pieza. No en una azul, ni acompañada de ti. Sola, rodeada de murallas amarillas, con el corazón saliéndose de mi pecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario