7 de julio de 2015

Pero entonces tú...

Abres tus ojos y pareciera que todo tu cuerpo se tensa, menos tus manos, que siguen acariciándome con delicadeza las mejillas... Y me sonríes, y topas tus labios con los míos.
Me respiras al oído y me susurras caricias, entonces mi cuerpo te percibe tanto que se olvida del resto del mundo.
Y hay un hueco, justo entre tu hombro y tu mandíbula, sí, allí donde está tu cuello, que parece hecho para que mis labios descansen, para que mi nariz te sienta, para que mi rostro entero se esconda ahí.
Y tus manos, tan firmes, me dan la sensación de seguridad que tanto anhelo, que si caigo, estarás allí para no dejarme tocar el piso.
(Pero, ¿y si...?)
¡Y me gustan aún más tus labios! Tus labios, los mismos que me transportan a lugares desconocidos, los mismos que me llenan de ternura, que me recorren, que son como droga, y, por la mierda, soy tan dependiente de las drogas.
Me gusta como me miras y te escondes, como cambias de león juguetón a un león hambriento, y viceversa. Me gusta como controlas todo, como seduces, como te mueves, pues pareciera que nada es al azar, que todo es meticulosamente calculado. Entonces, yo tampoco fui al azar, que aún te sigas moviendo en mi significa algo.
(Pero, ¿y si deja de moverse...?)
¡Y recuerdo lo que escribí hace tiempo! Hace un tiempo, cuando hablábamos de estrellas y aún no colisionábamos, cuando jugábamos a tentarnos pero sin probar nada, cuando nos tocábamos casi deliberadamente y la corriente de electricidad nos llamaba. Recuerdo haber escrito que las luces del cielo podrían enamorarse de ti, de tus ojos, de como hablas, de como te apasionas. Porque eres todo pasión y dedicación. Creo en ti, creo en tus textos, creo en lo que dices, aunque no lo digas realmente tú.
Ambos sabemos fingir las emociones, sabemos cuando es creíble y cuando se torna monótono, sabemos cual es la diferencia entre la risa y el llanto, que es mínima, que es pequeña. Que es solo una cosa de cejas, de ojos, de hombros. Sabemos la diferencia que un tono, una coma y un silencio hacen. Que la mirada en distintos lugares significan distintas cosas... Y tú sabes más cosas que yo.
(Pero, ¿y si tal vez, solo tal vez, tú finjas el cariño fuera del escenario también?)
Hay tanta incertidumbre alrededor tuyo, la inseguridad a veces me arrastra por los suelos...
Pero entonces llegas, y me tomas la mano mientras estamos hablando con otra gente. Conversamos tan intensamente que me dan ganas de morderte. Me estabilizas cuando todo está dando vueltas. Y luego me dejas, con un sólo beso, así de triste. Pero entonces regresas, y nos besamos largo tiempo. Y te siento, como nunca he sentido a nadie, bombeando, cerca. Tu aliento y el mío mezclados con sabor a noche, a alcohol, a cigarrillos. Y tu lengua, y tu risa, y todo tú, despidiéndote, pero prometiendo terminar después.
Es ahí cuando ya no me siento insegura, ni perdida, y estoy totalmente convencida de que ahí es donde quiero estar. Casi como algo que pasa durante una noche, pero extendiéndose a muchas más. Estoy dispuesta, sí, y tan dispuesta, pero solo si me besas tan largamente al menos una vez al día.

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