1 de septiembre de 2012

En el espejo

   ¿Y por qué estoy aquí, postrada en una cama, con mis familiares llorando fuera?
   Los doctores pasan, sin querer mirarme, con inyecciones por todos lados.
  ¿Qué siento? Hambre.
   Hambre, por esa maldita palabra estoy aquí, lo recuerdo.
   Hambre, hambre, no solo días, meses, casi un año.
   Un año de querer estar bien con mi cuerpo sin tener que hacer mucho.
   La palabra ''perfección'' se presentaba, algo cansada y encorvada.
   Muy lejos de mis histéricos y desordenados pensamientos escuchaba un pitido, luego otro. Mi corazón.
   Todo calló por un momento, menos los latidos y el ruido en el exterior.
   Mi corazón se aceleraba. Llegaban a mi los fantasmas de los recuerdos.
   Por último, llegó aquel pensamiento a mi cabeza: ''¿Qué hubiera pasado si sólo hubiera tenido el autoestima más alto, si me hubiera sentido hermosa desde un principio?''.
   Miles de imágenes, inventadas por mi cerebro, del último año, llegaron a mi mente, eran diferentes, eran cálidas, yo sonreía y me sentía bien.
  ¿Y cuál fue la última imagen? Yo, frente al espejo, con un reflejo espantoso, era yo, flaca... Ni siquiera eso, eran sólo huesos.
   Esta había sido yo en los últimos meses.
  Junto con un suspiro, cayeron lágrimas ardientes por mis pómulos.
  Cerré los ojos, prestándome a la muerte.
   Los latidos de mi corazón perdían su intensidad, por mis venas ya no circulaba la sangre suficiente.
   Gorda, esa fue la palabra de mi cerebro.
   Hermosa, fue la palabra de mi corazón.