19 de julio de 2015

Universos y gatitos.

Se encuentran por primera vez en cuarto básico. No se quieren al principio, una piensa que la otra le va a quitar algo importante. Pero se conocen, y se quieren, y se hacen amigas.
En quinto básico ya son las mejores amigas, se ríen juntas, pelean, lloran y se perdonan. Tienen artistas favoritos en común y pareciera que no pueden separarse. Durante los veranos, una se pasa semanas enteras en la casa de la otra. Y entonces se ríen, pelean, lloran, y se perdonan.
En sexto básico, una se tiene que ir. Pasan ese año intentando no pensar en el final, pero cada vez es más evidente y se prometen cosas. Son las mejores amigas, seguirán juntas aunque no se vean, no se dejarán de hablar, y lo más importante, no se olvidarán. Terminan el año llorando, inseguras, un poco vacías, con miedo. En tres años, es primera vez que van por caminos separados.
Aquel verano es extraño sin embargo; parecen afanarse en no sacarse de las mentes, se insertan ambas en el corazón de la otra y se besan. Como lo harían su mamá y su papá. Como lo harían los compañeros a los que molestaban por besarse. Como lo haría una pareja. Se besan. Y es encantador, y es peligroso, y es extraño, y es todo al mismo tiempo.
En séptimo, gradualmente las cosas cambian. No importan las promesas, ellas no se ven. Parecen estar en mundos paralelos y no logran encajar en ningún lugar. No es suficiente una caja, que dentro tiene una ventana desde donde se supone, ellas hablan. No es suficiente porque no pueden besarse, no pueden tocarse, no pueden hablar. Y como no pueden hablar, no pueden reírse. Y sí pelean, pelean porque no es suficiente, sólo que nunca se lo dicen. Y lloran, lloran hasta quedarse dormidas, pero separadas, no se ven, no se hablan realmente, no se perdonan al otro día.
En octavo definitivamente no hablan. Andan alejadas, ya no ríen, ni pelean, ni lloran, ni se perdonan. Cada una anda recreándose, esparciéndose, buscando la forma de llenar un espacio que ellas mismas se crearon en su desesperación. Cada cierto tiempo lo intentaban, pero nunca se perdonaron porque nunca más se rieron, porque nunca pelearon, porque nunca lloraron juntas. Así que se esfuman, se diluyen tan rápido como una estrella fugaz. Se van y parece que definitivamente, ya nada las une.
En segundo medio, se dan el adiós, el definitivo, y se siente definitivo porque se enojaron, y no lloraron, no se perdonaron. Optaron porque no les importaba y ya tenían suficiente en sus vidas. Se perdieron.

Los años pasan y las promesas pesan, pesan porque eran más que promesas, eran sueños. Sueños infantiles, sueños demasiado idealistas. Pero sueños.

Ellas no se vuelven a encontrar, porque cuando se separaron en sexto básico, se fueron a mundos distintos.
En un universo paralelo, ellas no se separan. Ellas se quedan. Y tal vez no se besan, porque no tienen la necesidad de insertarse y no olvidarse. Pero tal vez sí, tal vez igual se besan y el final es otro, el final es más feliz, tal vez ambas cumplen sus promesas juntas.
Pero se separaron. Y no cumplieron sus sueños.

Por extraño que parezca, en un universo que sigue la historia actual, se vuelven a encontrar. Una está viviendo en la ciudad que antaño se habían prometido visitar juntas. Está haciendo lo que le gusta, pero se pregunta durante sus sueños qué será de ella. Ella, como cuando eran mejores amigas, estudia en demasía. Como si jamás se cansara ni tuviera otra cosa que hacer. Sabe de todo, tal y como ella quería ser.

Se encuentran en esa extraña ciudad en la que descansan sus promesas por casualidad. Como si sus mundos diferentes hubieran decidido tener un punto en común, en una calle de una ciudad lejana a sus inicios de infantes.

Y hay dos universos:
Uno dice que en esa calle de una ciudad lejana a sus inicios, se saludan, se hablan, se ríen, pelean, lloran y se perdonan. Se perdonan en serio, de verdad, después de años, y se siguen riendo. Lo que pasa luego, queda en esos mundos paralelos. Tal vez se conozcan de nuevo, y se enamoren de nuevo, y las promesas de antes vuelvan como si nunca se hubieran roto. O tal vez no se enamoren, tal vez sólo son amigas, tal vez se junten a compartir un poco de lo que hacen, buscando las conexiones que de pequeñas las hicieron posibles.
El otro dice que en esa calle de una ciudad lejana a sus inicios, tan sólo cruzan las miradas unos segundos, se paralizan un poco, pensando en qué deberían hacer, como esquivarse, o encontrarse definitivamente. Pero ya ha pasado mucho tiempo, y ellas ya tienen suficiente en sus vidas. Así que aquel punto de encuentro queda para siempre en sus memorias, pero es sólo un punto. Un punto ínfimo, un punto que sólo tiene dos pares de ojos mirándose y luego siguiendo su camino con la incomodidad en el corazón, que les palpitó rápido, furioso. Y quedó en el olvido. Junto con todas esas promesas, esos sueños, esas risas, peleas, llantos y perdones. En esa calle, en esa ciudad. A la que tan pronto como pueden, no vuelven más. Y sólo hasta allí llega aquel universo, no tiene más derivaciones.

Y es uma locura, pero siempre lo tengo en la mente. Que tal vez un día... O tal vez un día no. Me pregunto constantemente que nos deparará. Porque como los átomos de Dirac, parece que siempre estamos influenciándonos, a la distancia, a lo lejos, sin ni siquiera vernos.

Pienso en los amigos que uno pierde en el camino, pienso en la gente con la que hablaba y simplemente ya no está. Pienso en otra amiga que es incluso más antigua que la de cuarto, y todo allí está roto en mil pedazos, y no volverá más.

Los garitos hermanos, se reconocen después de años?

7 de julio de 2015

Pero entonces tú...

Abres tus ojos y pareciera que todo tu cuerpo se tensa, menos tus manos, que siguen acariciándome con delicadeza las mejillas... Y me sonríes, y topas tus labios con los míos.
Me respiras al oído y me susurras caricias, entonces mi cuerpo te percibe tanto que se olvida del resto del mundo.
Y hay un hueco, justo entre tu hombro y tu mandíbula, sí, allí donde está tu cuello, que parece hecho para que mis labios descansen, para que mi nariz te sienta, para que mi rostro entero se esconda ahí.
Y tus manos, tan firmes, me dan la sensación de seguridad que tanto anhelo, que si caigo, estarás allí para no dejarme tocar el piso.
(Pero, ¿y si...?)
¡Y me gustan aún más tus labios! Tus labios, los mismos que me transportan a lugares desconocidos, los mismos que me llenan de ternura, que me recorren, que son como droga, y, por la mierda, soy tan dependiente de las drogas.
Me gusta como me miras y te escondes, como cambias de león juguetón a un león hambriento, y viceversa. Me gusta como controlas todo, como seduces, como te mueves, pues pareciera que nada es al azar, que todo es meticulosamente calculado. Entonces, yo tampoco fui al azar, que aún te sigas moviendo en mi significa algo.
(Pero, ¿y si deja de moverse...?)
¡Y recuerdo lo que escribí hace tiempo! Hace un tiempo, cuando hablábamos de estrellas y aún no colisionábamos, cuando jugábamos a tentarnos pero sin probar nada, cuando nos tocábamos casi deliberadamente y la corriente de electricidad nos llamaba. Recuerdo haber escrito que las luces del cielo podrían enamorarse de ti, de tus ojos, de como hablas, de como te apasionas. Porque eres todo pasión y dedicación. Creo en ti, creo en tus textos, creo en lo que dices, aunque no lo digas realmente tú.
Ambos sabemos fingir las emociones, sabemos cuando es creíble y cuando se torna monótono, sabemos cual es la diferencia entre la risa y el llanto, que es mínima, que es pequeña. Que es solo una cosa de cejas, de ojos, de hombros. Sabemos la diferencia que un tono, una coma y un silencio hacen. Que la mirada en distintos lugares significan distintas cosas... Y tú sabes más cosas que yo.
(Pero, ¿y si tal vez, solo tal vez, tú finjas el cariño fuera del escenario también?)
Hay tanta incertidumbre alrededor tuyo, la inseguridad a veces me arrastra por los suelos...
Pero entonces llegas, y me tomas la mano mientras estamos hablando con otra gente. Conversamos tan intensamente que me dan ganas de morderte. Me estabilizas cuando todo está dando vueltas. Y luego me dejas, con un sólo beso, así de triste. Pero entonces regresas, y nos besamos largo tiempo. Y te siento, como nunca he sentido a nadie, bombeando, cerca. Tu aliento y el mío mezclados con sabor a noche, a alcohol, a cigarrillos. Y tu lengua, y tu risa, y todo tú, despidiéndote, pero prometiendo terminar después.
Es ahí cuando ya no me siento insegura, ni perdida, y estoy totalmente convencida de que ahí es donde quiero estar. Casi como algo que pasa durante una noche, pero extendiéndose a muchas más. Estoy dispuesta, sí, y tan dispuesta, pero solo si me besas tan largamente al menos una vez al día.

6 de julio de 2015

''Y no sé.

Quizá deba querer menos.

Extrañar menos.

Necesitar menos.

Pensar menos.

Sentir menos.

Porque como dicen por allí,
Todo en exceso es malo.

Y quizá esa sea mi maldición.

Sentir más de lo necesario.

De lo que se debe.''