15 de mayo de 2016

No me dijiste que me detuviera, no me peleaste, no me gritaste que era yo, que yo era el problema, yo y mi infancia problemática con olor a vino de mi papá y sabor a lágrimas de mi mamá. No me callaste con un beso ni susurraste que parara, que siempre hacía lo mismo, que huía de los problemas cada que podía. No peleaste conmigo, no peleaste por mí, simplemente nos quedamos parados a ver como los buses se iban y tú y yo seguíamos allí aún si ya no formábamos un ''nosotros''. Me dijiste que aquella era la salida fácil, ''pero es verdad, después de todo, ¿qué más se puede hacer?''... Sí podríamos haber hecho mucho. Podríamos habernos gritado que nos queremos demasiado como para que esto sea sano y no más dañino, podríamos habernos pegado, podríamos habernos sacado la cara a mordiscos, y yo podría haber no soltado tus labios hasta dejártelos hinchados y morados, y podríamos haber sido dos animales, y tú podrías haberme fundido en ti con tu cuerpo de león, habría sido doloroso, instintivo, placentero, habría sido todo. Habría sido un año pasando frente a nuestro orgasmo, y mi cuerpo no estaría nunca preparado para tanto amor, podría haberme muerto contigo agarrada de brazos y piernas, y entonces estaría el resto de la eternidad abrazándote. Y no me arrepentiría. Y no me dolería.
Pero en vez de eso, nos despedimos. Y cuando supimos que ya ninguno se veía, rompimos en llanto. Porque es demasiado. Porque todo lo que no sea tú es poco; porque soy un ser débil y cobarde la mayoría del tiempo; porque te necesito más de lo que necesito a nadie más, porque no me imagino sin ti.
No me imagino sin ti.
Y ahora ya no te tengo.
Estoy sin ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario